Por Marie-Océane Bayol, traductora y redactora de Onuba Comms, además de portera del AC Perugia italiano.
Se les había acusado a menudo con el dedo de ser el «eslabón débil» de sus equipos, pero las porteras consumaron su venganza en la Copa Mundial Femenina de la FIFA, disputada a mediados de año en Francia. Nada menos que cuatro guardavallas —la argentina Vanina Correa, la chilena Christiane Endler, la china Peng Shimeng y la sueca Hedvig Lindahl— ganaron el premio a la mejor jugadora del partido, mientras que otras brillaron también con actuaciones destacadas.
Estas porteras modernas acallaron a los más críticos con su decisión a la hora de salir, su dominio en el área y mostrándose cómodas con el balón en los pies. Pero ¿cuáles son los factores clave que esconde este salto de calidad?
1. Aumento del número de jugadoras federadas
En la última década, el número de jugadoras federadas ha aumentado gradualmente en todo el mundo. Esta tendencia ha permitido a los clubes y selecciones nacionales contar con un mayor abanico de jugadoras, y por lo tanto de porteras, donde escoger. Además, las federaciones punteras en infraestructura e inversión, como Estados Unidos, Alemania, Francia e Inglaterra, se permiten el lujo de acudir a las grandes citas con dos o más arqueras de primer nivel que compiten por ser titulares. Actualmente, el hecho de que una selección no disponga de una portera competente a nivel internacional, suele ser un indicio claro de que no todo marcha correctamente en el desarrollo del fútbol femenino de ese país.
2. Crecimiento de la profesionalidad
Los múltiples avances realizados por los clubes y federaciones en la profesionalización de la infraestructura —la conciliación de la vida laboral y personal, la calidad de los entrenamientos y la preparación física de las jugadoras— han ayudado a que el fútbol femenino pueda dar pasos significativos hacia adelante. Además, la necesidad de los equipos punteros de contar con al menos dos jugadoras de calidad por posición, a fin de cubrir lesiones o baches de forma, también ha generado un gran nivel de competencia sana entre las porteras. El hecho de que arqueras como Endler o Sari van Veenendaal —ganadora del Guante de Oro a la mejor portera en Francia 2019— no fueran titulares en el París Saint-Germain y el Arsenal, respectivamente, da buena muestra de la cantidad de talento que existe actualmente en esta demarcación.
3. Mayor acceso a un entrenamiento especializado
El citado aumento en la profesionalidad ha traído consigo la incorporación de entrenadores específicos de porteras al organigrama de muchos más clubes. Esta evolución ha permitido a la última línea defensiva de los equipos trabajar en más áreas específicas dentro de su rol, ya sean aspectos técnicos, físicos o tácticos. Es más, el entrenamiento especializado produce mejoras en la fortaleza mental y conciencia de las porteras, gracias en gran medida a un análisis más exhaustivo de los partidos y un mayor conocimiento de los pequeños detalles de su profesión.
No tengo ninguna duda de que el nivel medio de las porteras seguirá creciendo, y las actuaciones estelares de las guardametas en el reciente Mundial proporcionarán una gran cantidad de modelos a seguir para las niñas, que se identificarán con ellas. La valentía inquebrantable de Correa, la capacidad física de Endler, el liderazgo de la japonesa Ayaka Yamashita, el poderío aéreo de Lindahl y de la italiana Laura Giuliani o la excelencia en todos los aspectos de Van Veenendaal… ¡En Francia hubo porteras para todos los gustos!
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