‘machine translation’, ¿qué puede salir mal?

Máquinas de traducción automática: por qué pueden dejarte en fuera de juego

“¿Traducir sobre fútbol? Bah, eso está chupado. ¡Si todos los jugadores dicen lo mismo!”.

El desconocimiento de un tema, sea el que sea, nos lleva en ocasiones a cometer el error de desprestigiarlo. Ya sea porque nos suena lejano, porque lo consideramos banal o porque, sencillamente, no nos interesa.

El fútbol, que es “lo más importante entre las cosas menos importantes” —en palabras de Jorge Valdano—, también tiene su propia jerga, como cualquier otra disciplina. Expresiones propias que hilvanan y dan personalidad al discurso de quien lo narra, de quien lo escribe o de quien, en el caso que nos atañe, lo traduce.

Se habla y se escribe mucho sobre fútbol. Constantemente. En radios, podcasts, periódicos y redes sociales. Y se hace en muchos idiomas, porque, aunque el fútbol sea un deporte universal, hay tantas maneras de interpretarlo como aficionados tiene.

Si un futbolista, club o federación, quiere traducir rápidamente mensajes cortos y efectivos para difundirlos en las redes sociales, ¿qué mejor que recurrir al traductor automático —y gratuito, claro— de Google? Si “gol” es ‘goal’ y “estadio” es ‘stadium’, ¿qué puede salir mal?

Todo. Absolutamente todo. Conceptos tan comunes en cualquier crónica de un partido como “centro al área”, “hacer una pared” o “lateral derecho”, la potente máquina de Silicon Valley los convierte en ‘centre to the area’, ‘make a wall’  y ‘right side’. Y sin vacilar ni un segundo. El lector angloparlante, en cambio, sí dudará entre reír o echarse a llorar.

El caso más flagrante de una bochornosa traducción automática aparecido últimamente es el del museo del Sporting de Gijón. Ni cortos ni perezosos, los responsables de traducir al inglés el texto que acompaña a las imágenes de figuras históricas del club decidieron que no había tiempo para entretenerse en minucias lingüísticas y recurrieron al todopoderoso y presto traductor de Google. Así, la “entrega” y el “valor” de sus jugadores pasaron a ser, como por arte de magia, ‘delivery’ y ‘value’, dos términos completamente descontextualizados.

Un aficionado (@eibarsestaoX) lo vio, sacó una fotografía y la subió a Twitter. Los autores intelectuales del crimen se cayeron con todo el equipo. En unas horas, la imagen estaba ‘around the world’.

La repercusión y las mofas que sufrieron en las redes bien deberían servir para alertar a todas las partes implicadas de la importancia de cuidar el lenguaje. Una buena estrategia de comunicación, ya sea en uno o varios idiomas, es clave a la hora de que un mensaje llegue con mayor o menor éxito al público al que va dirigido, así como contar con expertos que dominen la jerga de la disciplina que les ocupa.

Y es aquí donde cobra especial relevancia la figura del traductor y/o revisor. Ojo, no la de cualquiera, sino la de aquel que conozca el fútbol en profundidad y en, al menos, otra lengua distinta a la suya materna. Porque se puede ser un reputado traductor en materia de astrofísica y no tener ni idea de quién es Messi, por ejemplo, aunque el argentino se empeñe en demostrar semana tras semana que vino de otra galaxia.

Confiar a una máquina de traducción automática la narración de una jugada de gol o las declaraciones de un entrenador es un salto al vacío sin paracaídas. Que se lo pregunten si no al futbolista ecuatoriano Bryan Cabezas, cuyo traspaso se truncó porque ese traductor diligente y gratuito que siempre está disponible le cambió el nombre a Bryan Heads. Por supuesto, nadie revisó el documento final antes de enviarlo, porque… ¿Qué podía salir mal?